Tras la muerte de Cristo, el temor
por lo que él había anunciado, invadía tormentosamente a las autoridades judías
de la época, Jesús, antes de escribir su epitafio, pronosticó que vencería a la
muerte de una buena vez, resucitando a escasos días, posteriores a su
crucifixión.
Llegado el tercer día, un estruendo
inusitado llenó de pavor a los centinelas que custodiaban el sepulcro que
guardaba los restos de aquel que fue crucificado; el informe de lo ocurrido,
permitió que el susto acuñado en el corazón de los que condenaron al mesías,
diseñaran un plan caracterizado por la mentira y el absurdo, la idea era, que
los custodios divulgaran el rumor de que los discípulos de Jesús, habrían
hurtado el cadáver para justificar lo que ya el hijo de Dios habría profetizado,
este rumor se esparció por toda Judea; pero estos no pensaron jamás, que un
cojo y un mentiroso no llegan lejos; lo que aconteció en aquella tumba fría,
permitió entonces que los que seguían a Cristo, hablaran a todo mundo, judíos y
no judíos (gentiles), de ese gran suceso que cambio la dirección de la historia
humana, aún a costa de sus propias vidas, unos fueron decapitados,
crucificados, apedreados, encarcelados y desterrados; convirtiéndose esto en
una poderosa evidencia de que realmente Cristo abandonó por su propia cuenta
aquel lugar de muerte, en ninguna cabeza cabe, que mas de un centenar de personas
se arriesguen a perder sus vidas y las de su familia, por sostener una mentira.
Las autoridades en cuestión, por su
parte, habrían hecho hasta lo imposible por mostrar al mundo aquel cuerpo
inerte, molido por los latigazos y estocadas mortales, habrían desmontado de
manera definitiva y contundente, la advertencia de Jesús, cuando dijo que él
era la resurrección y la vida, los estudiosos de la ley de Moisés, nunca
pudieron sustentar el desafortunado rumor de que el cuerpo habría sido robado,
y tampoco no han podido mostrar, aún después de más de dos mil años, los restos
mortales de aquel que tiene poder sobre la muerte; consideramos pues, que estas
son evidencias irrefutables y fuera de toda discusión.
Una evidencia más que quisiera
mencionar en este articulo, es que Jesús, luego de haber resucitado,
permaneció, por 40 días apareciendo en carne y huesos a cientos de personas al
mismo tiempo, siendo estos testigos de primera mano, de que efectivamente era
un cuerpo vivo.
Hasta el día de hoy, y con todos los
avances que ha tenido la ciencia; no se han encontrado ni vestigios del cuerpo
de Jesús, los más férreos enemigos de la fe Cristiana, no han tenido la
capacidad, aún con toda la fortuna invertida, y además de toda una comunidad de
científicos experimentados en la materia, pero además también, de
historiadores, que mientras más profundizan, mas se acercan, sin querer, a la
verdad.
Obed Pichardo.
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